Carrie Bradshaw

Publicada el 8 de diciembre de 2018.

 

 

Cuando el verano pasado me propusieron escribir esta columna semanal en Diario de Teruel, durante unos minutos me imaginé caminando por las calles de la capital a ritmo de jazz latino, bajo un cielo enmarañado y observando sonriente todo lo que pasa alrededor. La silueta del viaducto nuevo en el atardecer, visto desde San Julián, me acompañaría en la contemplación del paisanaje, mi principal motivo de inspiración. Mi nombre superpuesto en una postal de las torres mudéjares sería mi tarjeta de presentación. Cruzaría el viaducto de Fernando Hué y me adentraría entre el tráfico del Óvalo, entre la muchedumbre, sintiéndome importante y anónimo, ensimismado en mi artículo siguiente. Y de repente, ¡plas!, el taxi me salpicaría el agua de un imbornal cegado y me pondría perdido el tutú. Bueno, esto del tutú es una licencia porque no me veo yo con ese atuendo. Casi sin darme ni cuenta, pasaría el Samar con tres o cuatro jubilados y alguna trabajadora del polígono. Y mi cuerpo sugerente en el anuncio del lateral: “La Ablentadora”, cada sábado. Francisco Herrero lo sabe todo del campo (y si no, lo pregunta).

Y ahí, rodeado de turistas chinos y maromos embutidos en camisetas con transparencias compradas en el centro de oportunidades, acabó mi sueño. Mucho antes de publicarse la primera colaboración. Ni yo soy Carrie Bradshaw ni esto es Nueva York. Carrie acude a las fiestas más exclusivas calzando unos Manolos de un millar de dólares, se pone tibia de Cosmopolitan y paga un apartamento en lo mejorcito de la Gran Manzana. Escribiendo una columna semanal. Yo, en cambio, sigo llenándome de barro día sí día no y planchando sábanas como si no hubiera mañana. Escribiendo una columna semanal. De verbena a discomóvil con unas botas de la cooperativa, echando unas cervezas y con una casa a medio terminar porque no hay dinero para acabarla. De todos modos, nunca he perdido la esperanza de ganarme la vida contando historias. Eso era lo que me gustaba y por ello me formé durante mi juventud. Hoy, escribiendo una columna semanal, sigo esperando mi gran oportunidad.