Diógenes

Publicada el 29 de diciembre de 2018.

 

 

Con los cambios de año me pongo muy tontorrón. Debe ser que noto con más intensidad el paso del tiempo y me da por devanarme los sesos. Yo diría que me vuelvo insoportable. El pretexto de esta temporada está siendo mi afición por acumular información, que según el doctor Google podría ser urraquismo, silogomanía, disposofobia o bibliomanía. Descarto el síndrome de Noé porque todavía no me ha dado por acaparar vídeos de gatitos.

Mi tendencia por el acumulamiento me proporciona pequeñas alegrías de vez en cuando. Hace solo unos días, la tarde de Nochebuena, me encasqueté la mitra de Santa Claus y saqué del baúl de los recuerdos unas fotografías y documentos de casi veinte años. Los empaqueté en un escueto correo electrónico y, al parecer, produje una sorpresa muy agradable. Guardar viejos papeles inútiles es útil. Sin embargo, unas horas antes de ponerme a escribir esta columna, he recordado un artículo digital titulado “¿Qué pasará con tus libros cuando mueras?” y los comentarios de los lectores. Unos decían que los volúmenes acabarán en el cementerio de los libros olvidados, es decir, el contenedor azul; otros comentaban que quienes hereden hagan lo que les dé la gana, que se seguirán publicando otros libros; y unos pocos argumentaban que son trastos voluminosos y pesados sin valor. Vamos, que la información es la nada. Las estanterías de mi casa albergan varios centenares de libros, miles de publicaciones periódicas e innumerables folletos. Voy a obviar los archivos del disco duro porque ahí es, quizás, donde se observa mejor el síndrome de Diógenes que me tortura. Y toda esa colección es solo basura. 

Pienso continuamente que esa recopilación de información es mi vida y que puede ser el mejor legado que pueda dejar de mi paso por este mundo, ordenado y catalogado. Pero algo así solo lo concibe una mente analógica como la mía. Imagino que hay especialistas que deben estar concluyendo en estos momentos que debo visitar la consulta psiquiátrica lo antes posible. Lo dejaré como un propósito para año nuevo, que ya se sabe que se cumplen siempre.