El agua

Publicada el 3 de agosto de 2019.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No es la primera vez que me ocurre. Llega la clientela turística al pueblo y, entre otros aspectos, te pregunta si el agua del grifo se puede beber. Yo, maldiciendo en mis adentros la ligereza del discurso victimista que alguna gente de aquí tiene en la boca de forma constante, aclaro que sí, que el agua de la red es potable, está clorada, se analiza conforme a lo que estipula la ley y, además, está descalcificada porque nuestro ayuntamiento está a la vanguardia de las tendencias  más molonas. ¿Pensará el turista corriente que, con la decisión de subir a estas montañas agrestes, está poniendo en riesgo su vida del mismo modo que si estuviera visitando la sabana africana o las selvas amazónicas? Aunque no lo parezca, nuestra tierra también se ubica en un país con estándares sanitarios avanzados. No es necesario llevar encima pastillas potabilizadoras de agua como llevan las más aventureras personas que podamos imaginar cada vez que inician un viaje intrépido.

Me preocupa la imagen que damos hacia el exterior. Yo nunca me cuestionaría la calidad del agua de un establecimiento hotelero en el entorno sociocultural próximo porque entiendo que se cumplen las normativas y se mantienen a raya los niveles de sustancias nocivas. Me gustará más o menos el sabor del agua, pero sé que no me provocará ninguna enfermedad. Sin embargo, esos pensamientos temerosos de quienes nos eligen como destino vacacional me dan a entender que algo estamos haciendo mal. 

Y eso que en los últimos tiempos he oído que se ha puesto de moda beber agua sin tratar como actitud saludable. Vamos, lo que hemos hecho toda la vida aquí con el agua de la fuente. Yo, no obstante, aviso que beber de la fuente va por cuenta y riesgo de cada cual. La gente del pueblo se hace muy vieja y quién sabe si será por nuestro modesto manantial que a veces brotaba chocolate cuando había ganados en el casco urbano. Yo no pondría la mano en el fuego por nuestra agua milagrosa. Así que lo mejor para todo el mundo será que me compren botellines primaverales a un euro de la máquina que pronto instalaré en la recepción de los apartamentos.