El crucero

Publicada el 22 de junio de 2019.

 

 

 

Anoche soñé que un crucero atracaba a escasos milímetros del lavadero. La maniobra fue compleja y casi se llevó por delante un chopo cabecero. La expectación era máxima entre la población local. Pasaban los minutos y allí no sucedía nada. Un buitre que merodeaba a baja altura se atufó con el humo de la chimenea del barco y cayó redondo al Regajo. De repente llegaron varias patrullas de la Guardia Civil, una escalera sofisticada apareció por la borda y comenzó un desfile de turistas rubiales bajando los escalones con más torpeza que una Lina Morgan sobreactuada.

Cada cincuenta personas aparecía una señora con un fular floreado y un paraguas cerrado de los chinos que se situaba delante del rebaño e iniciaba la peregrinación hacia la calle de los Héroes de Cuba. Las ovejicas se encasquetaban, por lo general, un gorrete blanco y unas gafas de sol enormes y se embadurnaban de afeites lechosos las unas a las otras. Sofocadas, llegaban a nuestro monolito y la guía les relataba unas historias inventadas sobre Maximiano y compañía en las cálidas y cristalinas aguas caribeñas. El cuerpo de seguridad, mientras tanto, hacía gestos como el personal de cabina de los vuelos de bajo coste para dirigir las masas a uno y otro lado del pueblo. Los Village People, al mismo tiempo y de forma sospechosa, hacían una sentida interpretación de su éxito “YMCA” en la plaza de la Iglesia. Y hacia allí se dirigían la mayor parte de las hordas para hacer corro y echar unas monedas de curso no legal en este país.

Aguatón fue durante unas horas un ejemplo de alegría y chanza. Las calles rebosaban como hacía décadas no se veía nada igual. Pero sin esperarlo sonó la sirena del barco y la multitud desapareció a la vez que yo me desperté en la cama, aturdido. Cuatro o cinco palomas arrullaban en el alféizar de mi ventana para darme los buenos días. Abrí las hojas, las palomas echaron a volar y comprobé que no había nadie a la vista. El pueblo estaba limpio como una patena, la caja del bar tan vacía como de costumbre. Y yo me pregunto: ¿será que necesitamos cruceros para estar en la cresta de la ola del turismo?