La cama y la plancha

Publicada el 24 de noviembre de 2018.

 

 

A mí me gusta planchar, deslizar la suela sobre las piezas arrugadas y sentir el vapor que despide mi tabla de última generación. Después de cada puente, se acumulan las catorce sábanas de los apartamentos de Aguatón en el cesto pero es un placer dedicar varias horas a aprestar el tejido cien por cien algodón. Esto lo contaba yo en grupo reducido durante el último encuentro de empresarios turísticos de la comarca que tuvo lugar en Aguilar del Alfambra. La revelación sorprendió a mis interlocutoras.

Tengo un par de razones por preferir arreglar la ropa de los apartamentos turísticos en casa en vez de llevarla a la lavandería. La primera, importante, es de índole económica. Gestionar un alojamiento de pocas plazas exige estudiar a conciencia los trabajos que se deben externalizar. Estoy convencido que plancho bastante más de la mitad de la lencería mientras la llevo y la traigo de Teruel. Por tiempo y por dinero, sale mejor hacerme yo mismo la faena. Fijo. La segunda, trascendental, es la clientela. Mi percepción es que el turista que elige un establecimiento pequeño busca algo distinto al estandarizado cuidado de hotel. El rodillo de las lavanderías deja la ropa de cama perfecta. Yo, con mi plancha, nunca obtendré el mismo efecto, pero creo que transmito al viajero un mimo que el tratamiento industrial nunca logrará. La excelencia a través del tacto de las sábanas, ¡quién lo iba a decir! Todavía tengo mucho que mejorar, pues soy autodidacta pasando la plancha. Solo el tiempo ha conseguido que aprecie y valore los tejidos suaves y sin arrugas.

Una de mis sorprendidas colegas en Aguilar del Alfambra me comentó que, desde entonces, cada vez que hiciera las camas de su casa rural se acordaría de mí. Mientras lo afirmaba, vi que su cara reflejaba un sentimiento de compasión, sugiriendo que mi amor por la plancha no iba acorde con los tiempos. Lo que se lleva es la sábana de mezcla, el simple planchado del embozo, el roce áspero. O igual es que no se esperaba tal inclinación, dale que te pego con el asa en la mano, por mi rol de género.