La espera

Publicada el 27 de julio de 2019.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Quienes no tenemos cosechadora y nos toca esperar el turno pasamos horas y horas a pie de finca. La situación es ideal para escribir columnas. Hay quienes se entretienen con el móvil y quienes echan la charrada con otra gente en la misma circunstancia. También está la opción de observar el paisaje tras la luna polvorienta del tractor. Y a eso me voy a dedicar hoy yo.

Acaban de salir escopeteados un par de corzos juguetones. Estaban lamiendo lo poco que les quedaba de cereal pegado al ribazo. Este año los jabalíes no corretean tanto como el pasado. O eso me parece a mí. Liebres, conejos, perdices y codornices han criado en abundancia y no ha sido raro verles escapar del peine de la máquina en esta campaña.

El monte en Aguatón tiene cosas curiosas. En cuestión de metros escasos te encuentras con arcillas amarillas, rojizas, blanquecinas y pardas. Las laderas más escarpadas están colonizadas por carrascas frondosas. Y las cimas, bien calvas. Es es el caso del Alto del Ruido. Creo que van a tener que explicarme de nuevo la historia aquella del origen de ese nombre. Recuerdo algo de un hombre que pegaba gritos desde allí y se oía a kilómetros de distancia. Pero igual es solo una imaginación mía. Quienes debieron montar jaleo del bueno hace muchas décadas fueron las familias de los carboneros que hicieron poblado por esa zona.

No había reparado hasta ahora de lo musicales que son los topónimos en este pueblo. A lo lejos veo El Coro. Es la mejor atalaya para contemplar las casas del casco urbano. Circula un coche por el camino de la Virgen del Castillo, la mejor vía para acceder a Pico Palomera. Ahora está esto muy tranquilo. Este fin de semana no tanto, que pasa por detrás de mí la caravana de la Baja Aragón, uno de los pocos momentos en los que la ciudad viene al campo. A montar ruido. Como el tío del alto.

Mirando a la derecha, oteo el tejado de mi vieja paridera. La acabaron de construir en junio de 1936. Tiene un agujero y si quiero que siga en pie tendré que hacer de albañil. Pero ahora no, que pita el de la cosechadora para vaciar la tolva.