Pueblo en positivo

Publicada el 30 de marzo de 2019.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vuelvo a estar en la cresta de la ola. Es hablar de despoblación, las redacciones se vuelven locas a la búsqueda del ejemplo ejemplarizante y en las agendas sale mi número de teléfono. Solo espero no estar fichado en una de las bases de datos señaladas por Mariola Cubells en su libro “¡Mírame, tonto!” que los programas televisivos de testimonios usaban para tener localizados personajes friquis diversos. Y si lo estoy, solo espero que los adjetivos sean benevolentes conmigo. La verdad es que no me importa contar mis experiencias rurales y ayudar en lo posible a colegas en apuros. A ver si en alguna de estas las cúpulas se acuerdan de mí y tengo un hueco de colaborador, tertuliano o profesión similar, siempre y cuando haya remuneración pecuniaria, claro. ¡Maldito parné!

Es un orgullo que piensen en mí para hablar del mundo rural en positivo. Las dudas me surgen cuando estamos contraponiendo casos buenos y malos. Miro a mi alrededor y no veo nada perverso que me chirríe. Nada que no viera en cualquier otra parte del mundo. Yo, al estar en el lado bueno, parece que debiera considerarme superior. No. Tengo mis defectos como el que más y no creo que mis vivencias sean mejores que las de cualquiera. Aquí no sobra nadie. Ni el pastor  que conoce mejor un término que su propio cuerpo, ni la jubilada que no ha salido de su casa y ahora viaja a una jornada de convivencia, ni la estudiante que se forma para buscar un futuro prometedor y que vuelve a casa algún fin de semana, ni el dominguero que se ha preparado un rincón para huir de la ciudad. Cada cual ve el pueblo a su manera y aporta en la medida de sus posibilidades.

Mañana vamos a reivindicar en Madrid apoyos para reverdecer un campo que se marchita. Autovías, trenes veloces o comunicaciones a la última son elementos necesarios pero yo demandaría algo más. Algo intangible. Hoy se vive bien en cualquier lugar. Este país tiene que saber que ya disponemos de muchos servicios básicos que hasta no hace tanto solo se veían en las ciudades. Ahora hay que conservarlos y enriquecerlos. Ahí está la lucha.